lunes, 17 de febrero de 2025

Incentivos que matan

Los incentivos son herramientas esenciales en la gestión de recursos humanos, políticas públicas y sistemas educativos. Sin embargo, cuando están mal diseñados, pueden generar efectos contraproducentes y socavar el bienestar social. Este ensayo argumenta que los incentivos defectuosos pueden incentivar conductas perjudiciales en distintos sectores y propone estrategias para su rediseño efectivo.

Fundamentos teóricos sobre los incentivos

Para comprender los efectos de los incentivos, es crucial analizar las principales teorías que explican su impacto en la conducta humana y organizacional. La Teoría del Intercambio plantea que los trabajadores evalúan sus contribuciones en función de las recompensas recibidas, lo que significa que un diseño defectuoso de incentivos puede generar desmotivación y comportamientos no deseados (Sierra Rodríguez, 2016). Asimismo, la Teoría de la Equidad de J. Stacey Adams sugiere que los individuos comparan sus recompensas con las de otros, y cuando perciben desigualdad, pueden disminuir su desempeño o buscar alternativas fuera de la organización.

Otra aproximación clave es la Teoría de la Expectativa de Victor Vroom, que indica que los trabajadores se sienten motivados cuando creen que sus esfuerzos conducirán a recompensas valiosas y alcanzables. Finalmente, la Teoría de la Motivación de Herzberg distingue entre factores higiénicos (como el salario y condiciones laborales) y factores motivacionales (como el reconocimiento y el crecimiento personal), lo que resalta la necesidad de estructurar incentivos que vayan más allá de la retribución económica.

Cuando los incentivos fallan: Experiencias reales

A veces, un incentivo mal diseñado puede llevar a situaciones absurdas e incluso peligrosas. Recuerdo una conversación en 2005 que me hizo reflexionar profundamente. Durante una pausa en una capacitación, alguien me preguntó si recibía un “bono de desempeño” por llevar la contabilidad al día. Mi respuesta fue inmediata: “No, porque es parte de mi trabajo”. Me sorprendió que se esperara una recompensa adicional por algo que era simplemente mi responsabilidad. Ese momento me hizo pensar en cuántos sistemas de incentivos pueden estar generando efectos no deseados sin que nos demos cuenta.

Un caso mucho más grave ocurrió en Chile en 2024, con el megaincendio de Viña del Mar. Inicialmente percibido como un desastre natural, pronto se descubrió que algunos brigadistas habían provocado incendios para generar horas extras y aumentar sus ingresos. El resultado fue devastador: 15.500 viviendas destruidas y 131 personas fallecidas. Este es un claro ejemplo de cómo los incentivos pueden premiar la reacción en lugar de la prevención, incentivando conductas peligrosas.

Otro caso es el comercio ambulante en Santiago. En la estación de metro Escuela Militar, asociaciones ilícitas venden productos sin cumplir normas sanitarias ni pagar impuestos, mientras los negocios formales sí deben cumplir con regulaciones estrictas. ¿El resultado? Competencia desleal y una estructura que premia a quienes operan fuera del sistema en lugar de fortalecer el comercio regulado.

Incluso en la educación vemos estos problemas. Cuando buscaba colegio para mi hija, me advirtieron: “Cuidado con ese colegio, no inflan notas”. Al principio, no entendí por qué eso sería un problema, pero luego lo vi claro: algunos colegios inflan artificialmente los promedios de sus estudiantes para mejorar sus posibilidades en la universidad. Esto engaña a los alumnos y distorsiona la calidad del aprendizaje.

Efectos generales de los incentivos mal diseñados

Cuando los incentivos no están bien estructurados, pueden provocar una serie de efectos negativos que afectan tanto a las organizaciones como a los individuos. Entre los impactos más comunes se encuentran:

  • En el ámbito laboral: Pueden llevar a los empleados a enfocarse solo en clientes importantes y descuidar a los más pequeños, generando un servicio desigual.

  • Problemas salariales: A menudo se utilizan para contrarrestar problemas salariales en lugar de abordar problemas estructurales dentro de la organización.

  • Desmotivación: Si las metas establecidas son inalcanzables o poco claras, los empleados pueden sentirse frustrados y disminuir su rendimiento.

  • Falta de colaboración: Incentivos individuales pueden fomentar el egoísmo y la competencia excesiva en lugar del trabajo en equipo.

  • Insatisfacción en el equipo: Otorgar incentivos a empleados menos productivos genera frustración y un ambiente de trabajo desmotivador.

  • Desconexión con los objetivos generales: Si los incentivos no están alineados con la misión y visión de la organización, pueden afectar el rendimiento global y la cohesión del equipo.

Impacto psicológico y conductual de los incentivos

Los incentivos no solo afectan la estructura económica de una sociedad, sino también la psicología de las personas. La teoría del refuerzo de B.F. Skinner explica que las recompensas moldean el comportamiento, pero cuando estas son inconsistentes o percibidas como injustas, pueden generar efectos opuestos.

Por ejemplo, los sistemas de incentivos individuales pueden fomentar la competitividad extrema y la falta de colaboración en entornos laborales, lo que disminuye la moral del equipo. Además, la “motivación extrínseca” (proveniente de recompensas externas) puede erosionar la “motivación intrínseca” (interés genuino en la tarea), reduciendo la satisfacción laboral y la creatividad a largo plazo.

Estrategias para un rediseño efectivo de incentivos

Para que los incentivos sean realmente efectivos, es fundamental seguir ciertos principios:

  1. Diseñar incentivos alineados con objetivos organizacionales y sociales: Deben promover comportamientos que generen valor a largo plazo en lugar de centrarse solo en el corto plazo.

  2. Equilibrar incentivos monetarios y no monetarios: El reconocimiento, el desarrollo profesional y la autonomía en el trabajo pueden ser tan efectivos como las recompensas financieras.

  3. Asegurar transparencia y equidad: Las reglas deben ser claras y aplicadas de manera justa para evitar la percepción de favoritismo o desigualdad.

  4. Incorporar mecanismos de retroalimentación y ajuste: Es crucial evaluar periódicamente el impacto de los incentivos y ajustarlos según sea necesario.

Ética en los incentivos: evitando efectos negativos

El diseño de incentivos también plantea dilemas éticos. Un incentivo mal diseñado puede motivar prácticas poco éticas, como ocurrió en el escándalo de Wells Fargo, donde empleados abrieron cuentas falsas para cumplir con metas de ventas exigidas. Es fundamental que los incentivos estén diseñados dentro de un marco ético que valore la integridad y la sostenibilidad.

Las empresas y gobiernos deben garantizar que los incentivos no generen exclusión ni fomenten conductas destructivas. Un ejemplo positivo es el enfoque de responsabilidad social empresarial, donde las compañías implementan incentivos que no solo buscan maximizar ganancias, sino también generar un impacto positivo en la comunidad y el medio ambiente.

Perspectiva económica: impacto de los incentivos en la distribución de recursos

Desde un punto de vista económico, los incentivos pueden influir en la distribución de riqueza y oportunidades. Cuando están diseñados de manera efectiva, pueden fomentar el crecimiento económico y la innovación. Sin embargo, cuando favorecen solo a ciertos sectores, pueden profundizar las desigualdades.

Por ejemplo, en algunos países con altos subsidios a grandes corporaciones, se ha observado que los incentivos pueden distorsionar la competencia y dificultar el crecimiento de pequeñas y medianas empresas. Un diseño más equilibrado de incentivos permitiría una mejor distribución de recursos y un desarrollo más equitativo.

Conclusión

Los incentivos mal diseñados pueden tener consecuencias graves, desde la pérdida de vidas humanas hasta la desmotivación laboral y la distorsión de valores en la educación. Es imperativo replantear su diseño para fomentar el esfuerzo, la prevención y el cumplimiento de normas. A través de un diseño adecuado de incentivos, podemos construir una sociedad más equitativa y eficiente.

La discusión sobre cómo estructurar incentivos más efectivos es crucial y debe involucrar a distintos actores del sector público y privado. Incorporando una visión global, psicológica y ética en el diseño de los incentivos, podemos maximizar su efectividad y minimizar los riesgos de consecuencias no deseadas.

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